Todo depende de nuestras creencias; una creencia es una idea grabada en nuestro subconsciente. Es una idea que ha echado raíces y que nosotros asumimos como algo verdadero e incuestionable.

Lo asumimos así porque así nos lo han enseñado…

Nuestros bisabuelos lo hicieron así.

Nuestros abuelos lo hicieron así.

Nuestros padres lo hicieron así.

En nuestro pueblo todos los hacen así.

Nuestro entorno lo hace, nuestro entorno lo acepta, nosotros lo asumimos.

Literalmente, de esas creencias depende el curso de nuestra vida. No es tu educación, no es tu trabajo, no es tu “suerte”, sino tus creencias. Esas creencias que tenemos en lo más profundo de nuestra mente, creencias de las que a veces no somos del todo conscientes, configuran nuestra PROGRAMACIÓN. Esas creencias se convierten en nuestros paradigmas. Las damos por ciertas, ya no las cuestionamos, las asumimos tal cual, y actuamos en consecuencia, así por así.

De allí vienen las costumbres, los hábitos, las tradiciones… eso se convierte en una cultura.

Por ejemplo, pensemos en la forma de enterrar a nuestros difuntos. ¿Por qué los enterramos en cajas? ¿Por qué se usan los ataúdes? JJ Benítez lo explica muy bien en uno de sus libros: “Fueron los babilonios y los sumerios —hacía más de dos mil años— los que empezaron a sepultar a los muertos en sacos de juncos trenzados. Lo hacían para que el difunto no pudiera regresar… Ha sido el temor lo que llevó al invento de los sacos de juncos y, después, al ataúd. La cuestión, como digo, es que el fallecido no pudiera volver a la vida… Y algunos pueblos del norte —a los que consideraban bárbaros— amputaban los pies de los muertos. De esa forma los muertos no podían regresar a sus casas. Es por eso, por miedo, por lo que se entierra lejos de los pueblos y ciudades, para evitar que regresen. ¿Sabéis por qué la gente se cubre la cabeza en un duelo? Para que el difunto no reconozca al vivo… Para que, si regresa, no lo asuste y no le pueda ocasionar daño.”

Es una costumbre… una tradición. La idea del ataúd viene del miedo: la gente pensaba que el muerto podía revivir y asustarnos, entonces la manera de asegurarnos que no regrese es metiéndolo a un cajón. Nadie cuestiona eso, todos automáticamente asumen que es la manera correcta de enterrar a alguien.

Así actúa un paradigma.

Te lleva a hacer algo de manera automática…

Ahora, pensemos en como las creencias, los paradigmas, nos limitan en temas económicos. Por ejemplo, mucha gente cree que “necesita dinero para empezar un negocio.” Es una creencia…

Permita que le relate una breve historia:

En un hogar los niños han crecido usando sandalias, o lo que en otros países se conoce como chancleta. Cuando la sandalia se rompe, los niños le ponen un alambre o clavo, en otros casos la llegan a coser, de forma tal que todavía las pueden seguir utilizando. Para ellos eso es lo normal… total, hay que economizar. Pensemos en eso: “Si se rompe la sandalia, cósela o ponle un clavo.” Se les enseñó a ser creativos para subsistir… nadie les dice: “oye, haz un negocio y cómprate unas chancletas nuevas.” Entonces, inconscientemente, se les ha grabado una idea: “Hay que hacer que las cosas duren…” “hay que ingeniárnoslas para usar lo que ya se malogró.” Creencias de escasez. Nadie les dijo: “Hay que aprender a generar para comprar cosas buenas y nuevas.”

He estado en pueblos en los que de noche no te venden sal porque ellos tienen la creencia de que eso trae mala suerte. Son creencias.

Las creencias que hay en nuestra mente vienen desde nuestra niñez, se han desarrollado día tras día, vivencia con vivencia, y en la mayoría de casos, son creencias con las que nos limitamos. Crees que necesitas un título, crees que como no fuiste a una universidad estás en desventaja, crees que ya estás viejo, crees que no eres para esto… CREES…creencias.

Cambia las creencias, y cambias tu vida. Porque como decía el filósofo “finalmente, cada hombre obtiene lo que cree que puede obtener.”

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